Antes de leer un libro tengo por costumbre dejarlo tres días
sobre mi mesita de noche. Sin cogerlo ni abrirlo. Pasados esos tres días, ya en
mis manos, observo detenidamente la tapa -el tipo de letra, las fotografías, el
logotipo de la editorial- buscando una primera impresión. En el caso de su
libro, no me desagradó e incluso la consideré impactante. En la parte superior,
su nombre, seguido de su lema, en letra gótica y envuelto en un sombreado rojo.
Más abajo, ocupando tres cuartas partes de la tapa, una única foto en blanco y
negro donde aparecen usted y… En una esquina, el logo de la editorial Plaza
Janés. Luego me fijo en la contraportada. No me sorprendió la sinopsis, aunque
sus palabras -las primeras que aparecen en el libro- es imposible que dejen
indiferente al lector, pues suponen tanto una primera toma de contacto con su
persona como la revelación de una filosofía. ¡Y qué decir, vaya, de la foto que
la remata!
Dejando a un lado estos aspectos de diseño -he creído oportuno
explicarlos porque, además de constituir un entretenimiento en sí mismos,
suponen en el mayor de los casos más de un 50% de la venta de un libro- me
adentraré en el contenido propiamente dicho.
Se estructura en capítulos cortos -una buena elección, pues
en el caso contrario uno corre el riesgo de que el lector se aburra y tienda a
contar las páginas que faltan para terminar un capítulo; eso, créame, es una
situación molesta- donde se alternan las experiencias como Dómina Zara y como
Antonia Serrano de modo que quien no la conoce -e incluso quienes la conocemos
más o menos íntimamente- puede entender que una no se explica sin la otra y, al
mismo tiempo, se complementan. En cierto modo me recuerda a la hermosa
pretensión griega de divinizar al hombre y humanizar la divinidad, pero
aplicado al SM.
Al abrir el libro, lo primero que encontramos es la puesta
en escena de una sesión. Es evidente la situación estratégica de este primer
relato para introducir a Dómina Zara y para llamar la atención del lector. No
obstante, cuando llegas a engancharte al libro es en el momento en que a los
relatos de las sesiones se unen las cartas. La correspondencia constituye el
ejemplo perfecto de las vivencias de un individuo puesto que están escritas en
primera persona y son totalmente subjetivas. Además, dan pie a tratar temas
considerados claves del SM -fantasía y realidad, el 24/7, la educación del
esclavo, la práctica del SM en solitario y la práctica en pareja, los lazos Ama
y esclavo, los límites o la transición de esclava a Ama con el ejemplo de
Mistress Foxy- de los que usted, sin entrar -ya que no es necesario- en
teorizaciones y confrontaciones, expresa su opinión, su punto de vista, en base
a su experiencia.
Los detalles de su vida privada que comparte con el lector
lógicamente no son todos -ni falta que hace. De contarlo absolutamente todo se
caería en el morbo y en la anécdota pura dando lugar a una biografía
entretenida pero vulgarizada, como las que escribía Nepote. De los fragmentos
que nos ofrece puede decirse que es una mujer luchadora, con ganas de vivir y
de disfrutar de lo que la vida le brinde, que ha hecho del respeto su
estandarte -orgullosa, pues en verdad es motivo de orgullo, hace gala de él- y
de la humildad una noble virtud. No resulta extraño que una de las palabras más
repetidas en las valoraciones que han escrito de su libro sea naturalidad. Su
faceta profesional es tan conocida -y yo la desconocía tanto- que no me parece
apropiado comentar nada al respecto: su reputación es intachable y nada puede
ponerla en duda.
Creo que no dejo nada en el tintero y seguro que, en caso
contrario, hará por recordármelo. Nada más que decir salvo un sentido gracias
por el libro y, sobretodo, por usted misma.
GRACIAS, SEÑORA.
A su atención,
Shura
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